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  • Análisis literario París es una fiesta y 100 años de soledad. 

    Gabriel García Márquez y Ernest Hemingway son dos de los escritores más influyentes del siglo XX, cada uno con un estilo inconfundible y una obra emblemática que ha marcado la literatura mundial.

    Cien años de soledad (1967) y París es una fiesta (1964) son dos novelas que, aunque muy distintas en forma y fondo, exploran la memoria, el tiempo y la condición humana desde perspectivas singulares.

    La novela de García Márquez es un pilar del realismo mágico. Narra la historia de la familia Buendía en el ficticio pueblo de Macondo, un lugar donde lo maravilloso y lo cotidiano se funden de manera natural.

    La obra refleja el destino cíclico de la familia y de Latinoamérica, explorando temas como la soledad, el poder, la memoria y la fatalidad.

    A través de una prosa exuberante y simbólica, el autor crea un universo que, aunque ficticio, resuena con la historia y la cultura de la región.

    Por otro lado, París es una fiesta es un relato autobiográfico de Hemingway que transporta al lector al París de los años 20, cuando el escritor estadounidense formaba parte de la llamada Generación Perdida.

    Con una prosa sencilla y precisa, Hemingway narra sus experiencias en la capital francesa, sus encuentros con figuras literarias como F. Scott Fitzgerald y Gertrude Stein, y su vida bohemia en una ciudad que bullía de creatividad.

    Más que una novela, es una evocación nostálgica de un tiempo pasado, donde el arte y la amistad eran el centro de la existencia.

    A pesar de sus diferencias, ambos libros abordan la memoria como un eje fundamental. En Cien años de soledad, la memoria es un elemento trágico: los personajes están condenados a repetir los mismos errores, atrapados en una historia cíclica e inmutable.

    En cambio, en París es una fiesta, la memoria es un refugio, un espacio donde Hemingway encuentra consuelo y redención.

    Su mirada al pasado es melancólica, pero también celebratoria, mientras que en García Márquez la memoria es una carga que lleva a la destrucción.

    Otro punto de conexión es la exploración del tiempo. Cien años de soledad desafía la lógica temporal lineal; el pasado, el presente y el futuro coexisten, y los eventos parecen repetirse eternamente.

    En París es una fiesta, en cambio, el tiempo es lineal, aunque filtrado por la nostalgia del narrador, quien reconstruye su juventud con una mezcla de exactitud y lirismo.

    En cuanto al estilo, las diferencias son marcadas. García Márquez utiliza una prosa barroca, rica en imágenes y juegos temporales, mientras que Hemingway se caracteriza por su economía de palabras y su estilo depurado, que busca transmitir la verdad de manera directa.

    En conclusión, Cien años de soledad y París es una fiesta son dos obras esenciales que, aunque contrastantes en forma y contenido, comparten un interés profundo por la memoria, el tiempo y la naturaleza humana.

    Mientras que García Márquez construye un universo fantástico y cíclico, Hemingway nos ofrece un testimonio nostálgico y realista de una época que ya no volverá.

  • Reseña París es una fiesta de Ernest Hemingway.

    Hola. Debido a que estamos viendo en París los juegos olímpicos, hoy colocamos una reseña sobre el libro París es una fiesta de Ernest Hemingway.

    (Ernest Miller Hemingway; Oak Park, 1899 – Ketchum, 1961) Narrador estadounidense cuya obra, considerada ya clásica en la literatura del siglo XX, ha ejercido una notable influencia tanto por la sobriedad de su estilo como por los elementos trágicos y el retrato de la época que representa. Recibió el premio Nobel en 1954.

    Ya se había iniciado en el periodismo cuando se alistó como voluntario en la Primera Guerra Mundial, como conductor de ambulancias, hasta que fue herido de gravedad. De vuelta a Estados Unidos retomó el periodismo hasta que se trasladó a París, donde alternó con las vanguardias y conoció a Ezra PoundPablo PicassoJames Joyce y Gertrude Stein, entre otros. Participó en la Guerra Civil Española y en la Segunda Guerra Mundial como corresponsal, experiencias que luego incorporaría a sus relatos y novelas.

    Su producción periodística, por otra parte, también influyó en el reportaje y las crónicas de los corresponsales futuros.

    Entre sus primeros libros se encuentran Tres relatos y diez poemas (1923), En nuestro tiempo (1924) y Hombres sin mujeres (1927), que incluye el antológico cuento «Los asesinos».

    Ya en este cuento es visible el estilo de narrar que lo haría famoso y maestro de varias generaciones. El relato se sustenta en diálogos cortos que van creando un suspense invisible, como si lo que sucediera estuviera oculto o velado por la realidad.

    El autor explicaba su técnica con el modelo del témpano de hielo, que oculta la mayor parte de su materia bajo el agua, dejando visible sólo una pequeña parte a la luz del día.

    Otros cuentos de parecida factura también son antológicos, como «Un lugar limpio y bien iluminado», «La breve vida feliz de Francis Macomber», «Las nieves del Kilimanjaro», «Colinas como elefantes blancos», «Un gato bajo la lluvia» y muchos más.

    La mayor parte de su obra plantea a un héroe enfrentado a la muerte y que cumple una suerte de código de honor; de ahí que sean matones, toreros, boxeadores, soldados, cazadores y otros seres sometidos a presión.

    Tal vez su obra debe ser comprendida como una especie de romanticismo moderno, que aúna el sentido del honor, la acción, el amor, el escepticismo y la nostalgia como sus vectores principales.

    Sus relatos inauguran un nuevo tipo de «realismo» que, aunque tiene sus raíces en el cuento norteamericano del siglo XIX, lo transforma hacia una cotidianidad dura y a la vez poética, que influiría en grandes narradores posteriores como Raymond Carver.

    Uno de los personajes de Hemingway expresa: «El hombre puede ser destruido, pero no derrotado». Y uno de sus críticos corrobora: «Es un código que relaciona al hombre con la muerte, que le enseña cómo morir, ya que la vida es una tragedia.

    Pero sus héroes no aman mórbidamente la muerte, sino que constituyen una exaltación solitaria de la vida, y a veces sus muertes constituyen la salvaguarda de otras vidas».

    A este tipo de héroe suele contraponer Hemingway una especie de antihéroe, como su conocido personaje Nick Adams, basado en su propia juventud, y que hilvana buena parte de los relatos como una línea casi novelesca.

    Por último, la relación con Fitzgerald cómo Fitzgerald le afectaba el escribir y la relación de Fitzgerald con la bebida.

    También la relación de Fitzgerald con su esposa Zelda que no era de rosas. Ella era la que lo inducia a beber y aparte lo menospreciaba. Zelda termino en un manicomio con problemas de locura.

    Hemingway cuando por último sus historias en los Alpes con su esposa. Cómo eran pobres, pero felices.

    Me encantó el libro tanto que quiero leer más sobre Hemingway y sus escritos. Le doy un 5.